Frank H |
Todo comienza muy discreto, allá en los
rincones escondidos e ignorados de la materia, donde las estadísticas y el azar
se dan mutuamente la palabra para describir las cosas. Donde los hechos son tan
arrogantes que se dan permiso de ignorar las leyes de la termodinámica,
reduciendo, aunque sea sólo por instantes, la entropía local. Allá donde el
movimiento se llama calor, donde la energía de la luz llega en pequeñas
porciones: granitos de luz. Allá es donde nace la termal.
Nadie se da cuenta de su nacimiento. Lo que
sucede es simple, trivial. Podría haber sucedido en otro lugar, ratos antes o
después. Pero sucedió aquí y ahora: algunas partículas de aire recibieron de
sus vecinas, o de algún haz de luz, o de un trozo de polvo o roca, un impulso,
un poco de velocidad extra.
En ese mundo imperceptible para nuestros
burdos sentidos, la velocidad de las partículas es la escencia del calor, o lo
que es lo mismo, de la energía. Ahora una pequeña masa de aire, que ocupa un
diminuto volumen dentro del inmenso océano de gas que la rodea, cuenta con un
poquito más de energía que las masas vecinas, una temperatura un poco más
elevada. La temperatura es bastante inerte, no es fácil que se traslade a otros
lados, permanece dentro de los límites del volumen en el cual se ha
desarrollado. Y ahora comienza a obrar milagros: esa temperatura, ese calor
adicional, ese sobrante de energía alcanza para aumentar la presión interna del
espacio que ocupa. Y la presión hace lo que tambien hace a nivel de las escalas
de espacio y tiempo familiares a nosotros: empuja, ensancha sus límites, usa
sus codos como amas de casa en días de mercado, y el voumen ocupado por esa
pequeña masa de aire aumenta. La relación masa/volumen se llama densidad. Y
precisamente la densidad acaba de
bajar, ya que ésta masa de aire, éste gérmen de termal, no ha variado, pero el
espacio que ocupaba sí ha aumentado.
A partir de aquí, la interacción de nuestra
termal naciente con sus alrededores es asimétrica. Es más ligera que los
volúmenes que la rodean: puede flotar sobre ellos. No conviene imaginarse esto
como un corcho sobre el agua, es más bien algo como un pedazo de unicel
mezclado en un costal de frijoles. Si sacudimos el costal, al poco tiempo el
unicel aparecerá flotando encima de los frijoles.
Y ahora ya es tiempo de cambiar de imágenes y
ver las cosas un poco más de lejos. De ahí, de donde vino el calor que fue
transferido a la termalita in spe hay
más, suficiente para calentar no solo ésta pequeña masita, sino un gran número
de ellas. Pero para lograrse la transferencia es necesario estar muy cerca de
la fuente de calor. Para ello ya hemos visto el mecanismo: el sacudir del
costal de frijoles. Desde luego estamos hablando de un gas, es decir, las
partículas individuales que lo conforman estan separadas a distancias
considerables en relación a su propio tamaño. Logran mantener éstas distancias
solamente porque constantemente están en movimiento, retirando a empujones las
demás partículas del espacio que creen que les corresponde de acuerdo a su peso
y a su velocidad, en otras palabras, a su energía. Veamos ahora el
comportamiento de nuestra termalita en estado naciente: un costal de
frijolitos, pero nada más unos cuantos, que mantienen inflado el costal
mediante sus permanentes choques contra su interior y entre ellos. Debido a que
nuestro costalito tiene un volumen mayor que los demás que lo rodean, su
tendencia es flotar encima de ellos. Y cada vez que asciende un poco, se
colocan debajo de él otros costalitos, pero de densidad mayor. Una vez iniciado
éste proceso, muestra una clara tendencia a acelerarse. Ahora les toca el turno
a los otros diminutos volúmenes de aire para entrar en contacto con la fuente
de energía que ya ha transmitido un poco de ésta al ya descrito gérmen de
termal. Y lo que sucede es una repetición del mismo proceso, la energía
adicional transmitida aumenta el calor de la pequeña masa de aire, y con ello
su volumen. Se van sumando los esfuerzos de las diferentes masitas, aumentando
la velocidad de ascenso comun de ellas.
Usemos una nueva analogía para describir lo
que sucede: las burbujas de aire que puede exhalar un buceador desde el fondo
de una alberca. Si produce burbujitas muy pequeñas, éstas suben como toda
burbuja, pero muy lento, a veces hasta se detienen. En cambio al producirse una
burbuja del tamaño de una pelota de golf, ésta sube tan rápido que sería
dificil para un nadador alcanzarla, tan rápido que hasta pierde su forma
circular y se deforma con las turbulencias que su paso a través del agua ella
misma ha creado. De la misma manera, si nuestros pequeños volúmenes de aire
calentado y expandido se juntan, se agregan en una sola masa cada vez mayor, su
fuerza para ascender aumenta, y con ello su velocidad, y naturalmente, la
velocidad con la que el espacio debajo de la creciente burbuja es llenado por
masas de aire que andan en espera de recibir su paquetito de energía. Las
variables que intervienen en la determinación de la velocidad de ascenso son
pocas: la diferencia de densidad entre el aire caliente y el menos caliente que
lo rodea, la viscosidad del aire, y el tamaño de la termalita.
La aceleración del proceso tiene un límite. El
suministro de energía para las masas de aire tiene un caudal propio. Para que
una termal crezca, es necesario que exista una fuente de energía, es decir de
calor. No basta, como para el chispazo de inicio, una acumulación accidental de
un diminuto monto de energía, sino se requiere de la transferencia constante y
abundante de ella. No funciona, excepto bajo condiciones muy especiales, que el
sol caliente directamente al aire, ya que la absorción de fotones es un proceso
muy limitado (y de ahí la delicadeza de la ya muy famosa capa de ozono: para
producir el ozono es necesario partir una gran cantidad de moléculas formadas
por dos átomos de oxígeno, la variante más comun dados los rangos de
temperatura y presión de nuestra atmósfera, y luego lograr que se unan en forma
espontánea tres átomos de oxígeno en una sola molécula, un suceso bastante
infrecuente y, para colmo, muy inestable. Lo que hacen los aerosoles es servir
como catalizadores que aumentan la inestabilidad del ozono, reduciendo así su
concentración local). No así la absorción de calor de la mayoría de sólidos que
forman el suelo. La efectividad de éste proceso de transferencia es muy
variado, y un buen indicador es el color del mismo suelo: mientras más obscuro,
menos calor será reflejado, es decir, más calor se acumula en el suelo. Pero no
basta con que el calor llegue al suelo, debe ser almacenado en grandes
cantidades para poder ser transferido al aire, para alimentar nuestra termal
recientemente nacida y ansiosa de crecer y desarrollarse. Algunos factores que
influencían para lograr un buen calentamiento del suelo: la inclinación contra
la incidencia de la luz solar (es importante aclarar que no sólo calienta la
luz visible, sino tambien todo lo que llega hasta la superficie de la tierra
con frecuencias de ambos lados del espectro visible, el cual anda entre los 3900
y 7500 Angstroem, o sea desde microondas hasta unos cuantos despistados rayos
gamma), de lo cual se desprende que el calentamiento es menor en la mañana y en
la tarde que al mediodía, más intenso cerca del ecuador que en los polos, más
fuerte en verano que en invierno; la calidad de la atmósfera, con sus partículas
suspendidas, principalmente nubes, pero tambien polvos, humos, volcanismo,
emisiones industriales que funcionan ya sea como receptor, o como reflector.
Las frecuencias del espectro electromagnético reflejadas o absorbidas son diferentes para
cada substancia y su concentración relativa, difíciles de detreminar en forma
exacta y diferenciada, y por eso la tarea de prognosticar el desarrollo de las
temperaturas globales es tan complicado como para desalentar a los más serios
ecologistas.
La energía involucrada en la formación de una
termal es considerable. Al mediodía, en un día soleado en el altiplano
mexicano, la radiación solar sobre la superfice de la tierra tiene una potencia
alrededor de 500 Watt para un área de un metro cuadrado, comparable a una plancha
doméstica. Y una gran parte de ésta energía estará contenida en la formación de
una termal. Unas cuantas cifras: el área que suministra aire a una termal puede
ser de varias hectáreas, digamos unas cinco. La frecuencia de creación de
termales está estimada en alrededor de 30 minutos (éste tiempo es relativamente
fácil de determinar a partir del ciclo de vida de una termal, es decir midiendo
por ejemplo el tiempo transcurrido desde la formación de una nube, hasta la
aparición de su sucesora en el mismo lugar):
0.5 kW/ m2 * 5 ha
* 10,000 m2/ha * 30 min./termal
= 12.500 kwh/termal,
Suficiente energía para planchar ropa durante
unas 25,000 horas (algo así como planchar la ropa de los habitantes de un
pequeño poblado como Chipilo durante unos cuantos años, una pesadilla!).
Las personas que usamos la energía del sol
convertida en velocidad ascendente de las termales nos dedicamos con singular
ahinco a clasificar al suelo de acuerdo a su facultad de llenar los requisitos
de formación de termales. Nos fijamos en ángulos de incidencia de la luz solar,
color, consistencia, grado de humedad del suelo, la dirección y la velocidad
del viento y los obstáculos a él, pastos, arbustos, árboles, construcciones.
Veamos ahora que sucede con nuestra muy activa y contenta termalita, usando una
escala bastante cómoda para nosotros, distancias de unos cuantos metros, y
tiempos entre unos cuantos segundos y varios minutos:
Ha querido el destino dejar nacer nuestra
termal en la cara de una piedra negra, medio enterrada en la ladera de una
montaña, una de tantas piedras que descansan muy debajo del despegue conocido
como El Peñon, allá cerca de Valle de Bravo. Ésta piedra, al igual que sus
vecinas, está expuestas al sol casi del sur, ya avanzada la mañana, y se han
calentado durante la última media hora. Alrededor crecen arbustos, algunos
encinos chaparros y varios pinos, la mayoría ya adultos. Así las piedras estan
protegidas del viento del sur que sube la ladera de la montaña, alimentando la
inmensa zona de baja presión hasta muy atrás y arriba, en el altiplano, en ésta preciosa mañana
de primavera. El calentamiento del aire que rodea la piedra es paulatino. Todo
el aire contenido en el volumen comprendido encima de la superficie de la
ladera, desde el suelo hasta la copa de los árboles mayores se convierte en una
turbulenta sopa, nada homogénea si la comparamos con el aire a, digamos, unos
cien metros de altura. Si abro la puerta de mi coche, parado cerca del
despegue, en pleno sol, siento como me pega el aire caliente del interior. En
el suelo se muestran pequeñas sombras en constante movimiento, que son el
resultado de la refracción distorcionada de la luz debido a las diferencias de
densidad que presenta el aire caliente que sale del coche para mezclarse con el
alrededor. De la misma manera es posible identificar zonas de fuerte
calentamiento en campo abierto, una forma muy burda de ver a una termal. Desde luego, es más facil sentir las cambiantes
temperaturas. Algunos pilotos afirman poder detectar termales sobre la piel de la
cara, antes y durante el vuelo.
Y ahora basta con que una pequeña turbulencia
en el aire encima de las copas de los árboles se dirija hacia abajo y sacuda
las capas de aire inferiores, sobrecalentadas, llenas de energía pero hasta
ahora sin propósito. Como una bañera invertida, al ser quitado el tapón, el
aire confinado cerca del suelo, corre a seguir el camino del primer volúmen de
aire que se asoma por encima de los árboles. Éste camino es, como casi siempre
lo describen las leyes de la física, el camino de la menor resistencia.
Prácticamente el aire es jalado hacia aquél punto donde inicia su ascenso. Es
de esperarse que, considerando las irregularidades del terreno y la
distribución de la vegetación, las masas de aire que convergen hacia la zona de
súbita subida no sean muy simétricas. Precisamente la falta de simetría hace
que el aire ascendente reciba un impulso lateral adicional, es decir un giro
alrededor del eje que marca el curso de la termal. El giro, la rotación, es lo
que se siente como seria turbulencia a pocos metros por encima de los árboles.
Las dimensiones de los sucesos de que aquí
hablamos son demasiado pequeñas como para que se noten los efectos de las
fuerzas Coriolis. Éstas mismas fuerzas, que de igual manera afectan a las
corrientes marinas y le dan su típica forma a los huracanes vistos desde un
satélite meteorológico, en estricta teoría deberían hacer girar una termal en
contrasentido al reloj y la deberían de desviar hacia la derecha (en el
hemisferio norte). Sin embargo, las fuerzas involucradas son tan pequeñas que
hasta ahora no se han detectado diferencias estadísticas en la distribución del
giro. De otra manera, los pilotos que vivimos al norte del ecuador deberíamos
entrar en toda termal con un giro hacia la derecha.
Acompañemos ahora a la termal desde que se
asoma por encima de las copas de los pinos que cubren las laderas debajo del
despegue en El Peñón. Lo primero con que se topa es el ya consiberable viento
que sube la ladera, turbulento por las desviaciones que le impone el terreno
accidentado, mezclado con cortas calmas y violentas ráfagas. En promedio vamos
a estimar la velocidad horizontal en unos veinte km/h, casi 6 m/s. Ésta
velocidad horizontal irá incrementando con la altura, a unos 5.000 m de altitud
puede superar los ochenta km/h, más de 22 m/s.
Nuestra termal tiene cierta masa, y es sabido
que todas las masas tienen inercia, es decir presentan resistencia a los
cambios de velocidad. Normalmente sentimos el aire en forma de una leve brisa,
y no nos percatamos del enorme peso de la atmósfera, en cuyo fondo
desarrollamos nuestras vidas. Pero las masas de aire movidas dentro de una
termal son enormes. Más cifras: la altura del aire calentado desde la
superficie de la tierra (es decir por el ya mencionado área de 5 hectáreas)
está estimado en unos 15 metros. Un metro cúbico de aire pesa en los
alrededores de Valle del Bravo, Iguala o Puebla aprox. un kg. Es decir, la
termal pesa
50,000 m2 * 15 m * 1 kg/m3 = 750,000 kg,
Es decir, 750 toneladas, o 20 trailers de esos
de 5 o más ejes. (Con razón al encontrarme sin aviso con una termal me siento
como si me atropellara un tren!) La termal se moverá mientras sube, hacia donde
los vientos horizontales la lleven, pero siempre con retrazos, siempre a
regañadientes.
Ya he dicho que el aire caliente sube porque
es menos denso que el aire que lo rodea. Eso significa que, para seguir
subiendo, el aire que rodea a la termal debe ser siempre más frío que ésta a lo
largo de todo su recorrido. Suena sencillo, pero no lo es: una de las tantas
leyes de la termodinámica nos dice que al aumentar el volumen de una cierta
masa de gas reduciendo la presión sobre (mejor dicho: alrededor de) ésta, su
temperatura disminuye, si no hay suministro de calor exterior a ésta masa de
gas. Todo esto se conoce como decompresión adiabática. Para describir el
comportamieno de la temperatura de la atmósfera, se ha creado algo que se llama
la “atmósfera standard”. En principio no es más que una gráfica que muestra la
temperatura del aire en función de la altitud, para una composición
estandarizada del aire, especialmente de su contenido de vapor de agua. El
contenido de agua, es decir la humedad relativa, es el factor más importante en
el trayecto de la gráfica. Al comparar una parte de la atmósfera real con la
“atmósfera standard”, se puede determinar directamente la tendencia de la
termal: acelerará su paso hacia mayores alturas, o se detenrá paulatinamente,
para extenderse hacia los lados?
La primavera en éstos lugares se caracteriza
por ser seca. No hay en todo el horizonte indicios de nubes dispuestas a
llover. Durante las noches, el cielo claro permite que el aire superior se
enfríe, mientras que durante el día la luz solar es traducida casi en su
totalidad en calor para las capas de aire inferiores. Eso significa que la
temperatura de la atmósfera se moverá desde muy alta cerca del suelo hasta muy
baja allá arriba. Para ponerle cifras a ese “allá arriba” voy a ocuparme de
otro asunto relacionado: los cambios de fase.
Bajo condiciones de presión y temperatura
familiares en nuestra vida diaria, las substancias se presentan en tres
estados: sólido, líquido y gaseoso. Como nuestra termal se desarrolla en
latitudes donde el hielo es una excepción, me ocuparé solamente del agua como
líquido y como gas (y solamente del agua, ya que el bióxido de carbono se
solidifica dentro de la atmósfera, pero a alturas muy fuera de nuestro alcance,
aunque detectable a simple vista como las estelas que dejan los jet volando cerca
de los doce mil metros, e temperaturas menores a los -60 grados Celcius).
Cuando el agua (líquida) se evapora, es decir se convierte en gas, lo hace
utilizando energía, por ejemplo calor, del entorno. Sin un suministro de
energía no es posible convertir agua de una determinada temperatura a vapor de
la misma temperatura. El proceso es reversible, es decir, el vapor puede volver
a ser agua líquida, y en el cambio de fase emitirá la misma cantidad de energía
que fue necesaria para evaporar.
Como curiosidad al margen, pero de cierta
importancia en el desarrollo de termales, hay que notar que el peso específico
de agua en forma de gas es menor que el del aire normal: el peso molecular del
nitrógeno es de 28, de oxígeno 32, y de la mexcla de ambos de aprox. 29,
considerando la actual atmósfera*, mientras que el agua apenas tiene 18. Esto
es de cierta manera contraintuitivo, ya que nos imaginamos un volumen de aire
seco, y despues cargado de agua, y suponemos que ahora debe de pasar más,
olvidándonos de la expansión del volumen de gas durante el proceso de evaporación.
Ahora ya se puede determinar con alguna
aproximación el comportamiento de nuestra termal: seguirá subiendo, hasta que
su temperatura disminuya lo suficiente como para iniciar el proceso de
condensación del vapor de agua. Nuevamente el proceso no se atiene a nuestra
intuición, ya que se debería de esperar que la energía liberada por la
condensación aumente tanto la temperatura del ahora aire seco, que su velocidad
vertical debería de aumentar. Nos hemos olvidado de la reducción del volumen de
la termal a causa de la condensación, es decir, de su aumento de peso
específico. Hay termales que siguen subiendo, en condiciones llamadas
hiperadiabáticas, y es posible seguir a éstas termales hasta por encima de una
moderada nube cúmulus**. Por lo general, sin embargo, la zona de condensación
es el final del camino de una termal. La altura en la cual ocurre esto es
función de la temperatura local y la humedad contenida en el aire, y se conoce
como punto de rocío. Es aquí donde se forman las famosas nubes cúmulus, que
tanto nos gusta observar y comparar con criaturas elaboradas en nuestra
imaginación. La altura necesaria para iniciar la condensación del agua varía
considerablemente, en tierra firme entre unos cientos de metros encima del
suelo y cerca de los siete mil metros sobre el nivel del mar.
A gran escala, con el suelo como límite
inferior, y las nubes como límite superior, y abarcando muchos kilómetros a la
redonda, podemos acompañar el trayecto de nuestra termal. Al asomarse por
encima de las copas de los árboles, su diámetro era de unos 20 o 30 metros. A
unos metros más de altura, el diámetro ya será de 40 a 50 metros, con una velocidad
vertical promedio alrededor de los 2 m/s. Esto significa que un volumen de
cerca de 4.000 m3 se eleva cada segundo para seguir alimentando la termal. La
forma de nuestra termal es algo así como la manguera de una aspiradora que
inicia en el suelo y termina en las nubes. Con algunas diferencias: la termal
no tiene bordes sólidos que la contengan sin interferir con al aire que la
rodea, lo que mantiene su forma relativamente circular no es más que la ya
mencionada inercia de la materia que evita la mezcla inmediata. (Tomemos una
analogía muy conocida: un río que se vierte al mar abierto tiene unos
parámetros de salinidad, temperatura, contenido de sólidos muy diferentes al
agua marina. Incluso a más de cien kilómetros de la costa es posible seguir en
una lancha la línea divisoria de las aguas que corren juntas, pero (casi) sin
mezclarse, la franja de agua mezclada tendrá un ancho de no más de unos pocos metros.)
Desde luego hay, debido a la fricción de las dos masas de aire en contaco y con
velocidad relativa, una resistencia al movimiento. La resistencia es
determinada por el área de contacto, es decir la circunferencia de la termal,
multiplicada por su altura, y la viscosidad del aire, que para fines prácticos
es algo como 1/800 del correpondiente valor del agua.
La velocidad vertical dentro de la termal no
es uniforme, es mayor en el centro y menor cerca del borde. En el borde mismo
debería ser cero de acuerdo con todo lo expuesto aquí, pero es necesario
reducir por un momento la escala. Cerca del borde de la termal se forman
pequeñas turbulencias, semejantes a los anillos de humo que algunos fumadores
pueden soplar. Éstos anillos rodean a la termal, pero no en forma ordenada,
sino más bien obedeciendo a las leyes que se conocen de las teorías de cáos.
Todo piloto ya ha observado las considerables e imprevisibles turbulencias
encontradas al pasar volando por una termal. Según las teorías de los fluídos
hay, como extremos, las situaciones de flujo laminar y flujo turbulento. El
perfil de distribución de velocidad para un flujo laminar dentro de un tubo es
una parábola, con su ápice en el centro del tubo, reduciendo a cero en la pared
del tubo. Las termales, sin embargo, se comportan más cercanas al flujo
turbulento, tienen una distribución de velocidad casi constante en todas las
zonas de un corte horizontal, con un pronunciado decremento cerca del borde.
(En la práctica del vuelo libre, eso significa que las termales son
aprovechables aún volando cerca del borde, o sea con banqueo ligero, lo cual
incrementa mucho la eficiencia del giro.)
Para seguir con mayor facilidad el trayecto de
la termal, veamos otra de las muchas leyes de conservación que adornan a la
física: la conservación de la masa. Para aplicarla al tubo de diámetro variable
en el cual hemos encerrado a nuestra termal, digamos que bajo tan altisonante
nombre no se esconde más que el hecho de que todo lo que entra, tiene que
salir: si cerca del suelo la termal es alimentada por unos 4.000 kg de aire por
segundo, por cualquier sección de tubo que escojamos, fluirán los mismos 4.000
kg/s, hasta llegar a la nube. Traducido a otras unidades esto significa que el
producto de área de un corte y la velocidad promedio del aire que pasa por éste
corte es una constante. Lo cual es lo mismo que decir si adelgazamos el tubo,
la velocidad vertical de la termal aumenta, y viceversa obviamente.
El diámetro de la termal y el diferencial de
temperatura entre el aire de la termal y el aire que la rodea permiten
determinar la fuerza ascendente, la flotación de la termal, así como la
resistencia por fricción, y con ello, la velocidad de ascenso en cada punto de
su trayectoria.
Ahora sólo nos falta conocer la distribución
de la velocidad horizontal, es decir el viento, en función de la altura, y por
simple suma vectorial de las velocidades, la ascendente antes mencionada y la
horizontal, obtenemos un cuadro tridimensional de la posición de la termal para
cualquier altura de su trayecto, además de su diámetro local.
Todo esto es a la vez fácil, los conceptos
físicos involucrados son bien conocidos y dominados, pero a la vez es
increiblemente complicado, porque para obtener resultados confiables sería
necesario obtener igualmente parámetros confiables, y una gran cantidad de
ellos, lo cual es casi imposible en la práctica.
La belleza del vuelo libre radica en gran
parte en la posibilidad de substituir todo el rollo de conocimientos científicos
(que ciertamente encierran su propia estética, y permiten el milagro del
prognóstico acertado), con sus aparatos de medición, y sus infinidades de datos
y cómputos por la intuición, la experiencia y el bienestar del piloto con la
naturaleza, para volar alto y llegar lejos.
Estamos en éste momento con el piloto,
trazando círculos coordinados en el aire, lo suficientemente estrechos como
para permanecer dentro de la termal, en la zona donde no abundan las
turbulencias, subiendo sobre un colchón móvil de aire caliente, brincando
sierras, atravesando valles, flotando enfrente de imponentes riscos para luego
superarlos sin esfuerzo aparente, zurcando cada vez más alto. El horizonte se
amplía con cada metro de altura ganado, y ya es posible imaginr que efectivamente
la tierra no es plana, sino tiene una curvatura. Cerca del suelo la termal
suele ser turbulenta, angosta y de velocidad moderada. Más arriba se vuelve más
angosta, pero acelera su paso, a la vez que disminuyen las turbulencias en su
interior. Y ya casi llegando a la nube, la termal se vuelve lenta, muy ancha y
- si no nos equivocamos y por error nos estamos acercando a una cumulonimbus,
uno de esos gigantes que producen tormentas y destruyen objetos voladores - sin
la menor turbulencia, mientras nos envuelven los primeros velos que anuncian la
base de la nube.
Unas cuantas cifras más para redondear el
cuadro: el atento lector ya habrá calculado que el aire encerrado en la ladera
de la montaña, allá debajo del despegue, que inició la formación de la termal,
apenas es suficiente para alimentar a ésta unos casi 4 minutos. Sin embargo
sabemos, que una termal normalmente vive por casi media hora, lo cual lleva a
la pregunta acerca del origen del resto del aire caliente requerido para seguir
alimentando la termal. Cuando describí el inicio del flujo de la termal omití
agregar que naturalmente el aire que se eleva debe ser substituído, conforme a
la misma ley de conservación de masas ya mencionada. El aire que corre a
reemplazar al que ya emprendió su viaje se encuentra con circunstancias
parecidas, es decir igualmente se calienta, quizá no tanto ni tan rápido, pero
sí lo suficiente como para seguir el mismo recorrido – y despues de que el aire
que sirvió de punta de lanza a la termal hizo el trabajo difícil de abrirse
paso, las masas que lo siguen ya lo hacen con menor esfuerzo. Adicionalmente,
el aire encima del bosque, que, como viene de los campos calientes al pie de la
ladera, arrastrado por el viento del sur cada vez más fuerte, tambien es
potencialmente inestable, lo único que necesita para convertirse en termal es
el buen ejemplo y un leve empujón, una chispa inicial. Se une sin pormenores a
nuestra termal original, reforzándola. (Incluso son muy frecuentes las termales
que contienen varios núcleos, no son hechas de una sola fibra, sino una reata
de fibras entramadas. Cuando un experimentado zopilote vuela en una termal de
éste tipo, se ve como gira en círculos muy anchos, subiendo mucho por aquí y
bajando un poquito por acá. No se toma la molestia de dar círculos cerrados en
una fibra de la termal, más bien escoje un camino que lo hace cruzar muchas
fibras de la cuerda, aumentando así el aprovechamiento de la termal.) Así
resulta que el volumen total de una termal puede ser un orden mayor que el de
la celda que dió el primer impulso, el gérmen de nuestra termal.
Desde nuestra ya considerable altura, podemos
observar las sombras de muchas nubes que rodean a ésta que se está formando
encima de nosotros, alimentada por nuestro vehículo gaseoso. Algunas veces
parecen formar calles, y efectivamente lo hacen, cuando la misma zona sirve una
y otra vez como origen de las termales, arrastradas por el viento y enfiladas
como perlas en un collar. Es relativamente fácil distinguir una calle de nubes
de una zona de convergencia originada por olas en una masa de aire, lo cual es
tambien bastante frecuente: en el primer caso las nubes se alinean con la
dirección del viento (no necesariamente el viento predominante en el suelo,
puede ser que el viento gire más de noventa grados a mayores alturas!), en el
segundo las nubes se forman en ángulo recto con respecto al viento, allí donde
se encuentra la cresta de la ola. Como la tendencia para formar olas de una
masa de aire que se mueve a altas velocidades aumenta con su estabilidad
térmica, y ésta situación es impropia para la formación de termales, la
aparición de una (ó varias) franjas de nubes cúmulus es indicador de olas. Otras
veces forman extraños patrones regulares, especialmente sobre planicies
extendidas, como un panal de cera en una colmena. Se trata de un patrón que,
según los matemáticos, cubre a un área determinada con la mayor cantidad de
zonas iguales, pero con un mínimo de bordes entre ellas: la eficiencia
energética maximizada! Tambien es frecuente ver a las nubes repetir en el cielo
los accidentes del suelo, amontonadas sobre las cadenas de sierras, distribuídas
en forma esparcida pero uniforme sobre los valles profundos y extendidos. O se
colocan encima o alrededor de cerros prominentes, como los volcanes del altiplano.
Leyendo las nubes, sus formas, aspectos y
tamaños, es posible prognosticar el terreno desconocido que viene más adelante,
una fascinante y siempre variada lectura, si sólo nos familiarizamos con el
idioma. Incluso es posible conocer algo acerca del clima a mayor escala,
calculando la altura de las nubes, ya que su altura nos da indicadores sobre
temperatura y humedad de las masas de aire que recorren nuestro cielo.
Poco a poco el cielo se va llenando de nubes,
coliflores aisladas que parecen cortadas en su parte inferior. La forma,
altura, diámetro y color (desde un resplandeciente blanco en las partes
laterales y superiores de la nube,hasta un muy obscuro gris, concentrado en la
base plana – o hasta cóncava debido a la inercia de una termal muy grande), es
infinitamente variable, aunque su origen, su proceso de formación, siempre es
el mismo. Se puede determinar con alguna exactitud el tamaño de una nube
estimando el área de terreno que cubre su sombra, de aquí su volúmen y de éste
la cantidad total de agua que ha sido elevada, pero ya nos hemos revolcado en
suficientes cifras.
Queda por aplicar nuevamente la ley de la
conservación de masas, para entender qué pasa con el aire subido en la termal
despues de que haya sido despojado de su contenido de agua. Como ya no tiene
para donde subir, se extiende hacia los lados, dando a las nubes ese aspecto
tan peculiar de algodón arrancado en mechones, que caracteriza a la nube
madura, es decir pronto a ser disuelta nuevamente. Y luego, cuando las masas de
aire de varias termales hayan chocado lateralmente, empezarán a descender. La
velocidad de descenso es mucho menor que la velocidad con la cual subió, ya que
el aire descendente abarca todo el área entre las termales activas, que por lo
general es mucho mayor que la suma de los cortes transversales de las termales.
Para alguien que ha visto llover, es obvio que
el bombear todo el agua de lluvia que cae de regreso a la tierra (y al océano:
allí caen mas del 80% de todas las lluvias), requeriría de una enorme cantidad
de energía. Para tener una idea, imaginemos cuantas termales se elevan
diariamente en nuestro planeta: decenas de millones!
No todas las termales forman nubes como
aquella que hemos acompañado en su ciclo, algunas se disipan antes de llegar al
punto de rocío, pero sí todas llevan su parte de vapor de agua. Casi todo el
agua que cae como lluvia, desde una llovizna hasta una tormenta tropical, como
nieve o granizo, que se deposita como rocío o empapa árboles o rocas en forma
de niebla, procede de este gigantesco proceso de bombeo de agua hasta las
alturas. Además, el proceso incluye en forma gratuita la limpieza del agua, la
mayor planta de destilación imaginable: abarca todo el planeta.
Si yo fuera creyente en algun pantheísmo, al
conocer las termales hubiera inventado de inmediato la reincarnación: son las
termales un clásico ejemplo de un eslabón en un proceso cíclico. Lo que ya
desde la primaria nos tratan de vender como “el ciclo del agua” incluye, como
uno de sus principales pasos, el ciclo de vida de las termales. No es mucha
exageración afirmar que sin termales no habría vida en tierra firme, y seguremente
no exagero si insisto en que sin termales el vuelo libre sería mucho menos
divertido.
Frank Heyer
Nota: éste escrito forma parte de una pequeña
escultura de madera y acero que llamé “nace la termal”.
* * * * * * *
*
Nuestra atmósfera no ha tenido siempre su mezcla actual de gases, antes
de la aparición de la fotosíntesis, que libera oxígeno molecular, éste estaba
prácticamente ausente. Por otro lado, el bióxido de carbono, en aquel entonces
áltamente concentrado en la atmósfera, ha desaparecido casi por completo,
convertido en biomasa, incluyendo carbón y petróleo, y sedimentos rocosos en el
fondo de los océanos. Las termales de antaño seguramente eran bastante
diferentes a las actuales. En la exposición dejé sin mencionar ciertos
componentes de la atmósfera, ya que su total no sobrepasa el 1% de la masa
total.
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Es potencialmente peligroso, además de prohibido para alas delta y
parapentes, volar dentro de las nubes.
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