Por Frank Heyer
Para Charly
Cuando dije que las termales son como las mujeres, preguntaste detalles.
Conocí a una termal como una niña, tímida, insegura, y sin meta. La acompañe un rato, y justo cuando ya nos acostumbramos a jugar juntos, tuve que dejarla, necesitaba cruzar un valle.
Y las hay bravas, como las marchantas que despachan en el mercado, anchas, fuertes. Algunas son listas, muchas hacen trampa, pero todas exigen un precio justo, pagadero en dolores de brazo, por su eficaz servicio.
Un alma de contadora, labios apretados en visible persecución de la exactitud, impecable el conjunto café obscuro, cada cabello en su lugar, ésta te transporta hasta aquí y no más, y puedes pagar en caja, en horas hábiles (presenta tu RFC). Es difícil darle las gracias.
Ésta es como la maestra de primaria. Te dice cómo, cuando y hasta donde hay que subir, y no es como tú quieres, sino de acuerdo a las inmutables leyes de Coriolis y Bernoulli, sientate derecho y pon atención. Te recomiendo seguirle la onda, no repeles, no te quejes. Al final te deja donde el programa dice. Aburrido y desganado, pero bueno, ahí estas.
Ahora, las he conocido generosas, cariñosas y llenas de buena voluntad, como una nana. Andan por ahí, fuertes, seguras y cómodas. Cuidado, no te distraigas: como ellas ni siquiera te notan mucho, de tan grandes y ocupadas que andan, de pronto te envuelven en la nube, no traes brújula y la montaña está cerca!
Otras vienen en grupo, como niñas de secundaria, que hasta al baño van acompañadas. Puras risitas tontas, distracciones y palabrerías. Te tardas más tratando de encontrar su paso que lo que realmente viajas con ellas, pero entre todas te ayudaron a brincar una cañada.
Puedes encontrar la compañera para toda la vida: honesta, no tan fuerte pero siempre constante, te confías a ella y no te desepciona. Vas junto con ella, por las buenas y por las malas, te marca las piedras en el camino. Una perfecta unión de voluntades, con alegría y seguridad recorren juntos el cielo, hasta que la disipación los separa en la base de la nube.
La secretaria perfecta: sabe lo que quieres, tiene lo que necesitas, y está siempre disponible. Es, en una palabra, adecuada. Pero no más, no le exijas extravagancias, limítate a lo que ofrece. Sé cortés, dale las gracias, y así garantizas que allí estará, cada vez que pasas.
Con algo de suerte, tambien te las encuentras, en tus palabras, perras. Turbulentas, agresivas, vacilantes, como tu compañera en la pachanga que se metió no se que madres, ofensivas e irritantes. Pero todas son interesantes, y algunas hasta bellas, es un placer luchar con ellas y contra ellas (con tal de no acabar en el suelo boca arriba por andarla atendiendo sin fijarte en el camino), acabas medio muerto, pero valió la pena, esos momentos de éxtasis…
Una que otra ya están casadas, pero no avisan. Quieres coquetear, te descuidas un leve, y de pronto te cae encima su marido, el rotor: corre, porque viene armado y anda de malas.
Tambien las ví bellas e inalcanzables, hechas para verdaderos hombres, no pilotitos como tú y yo. Están siempre del otro lado del valle, muy propias y ocupadas, y sólo las encuentras en sueños mojaditos.
Una buena pareja ocasional, un encuentro casual, te regala ratos de buen humor, estás cantando y riendo, y cuando se separan, despues de cruzar toda una sierra cubierta de bosque tupido, es con un gran abrazo y los mejores deseos.
Bueno, ahí está la lista. No me digas que tienes preferencias por alguna, tómalas como vienen. Ten en cuenta que a veces se unen a sus grandes machos, los vientos, y juntos engendran las turbulencias, y ándate con cuidado.
Frank Heyer, Puebla, 25.12.2006
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