viernes, 4 de febrero de 2011

Reminencencias de un Poblano

Por Frank Heyer
(… getting high, going places…*)
Frank Meyer
Hay en la jerga de los pilotos algo que se llama “potencial de XC” y normalmente se invoca el término en días involables por lluvia, vientos fuertes del Norte, después de la tercera chela, y sirve para ventilar los sueños por realizarse, en mejor ocasión.

Para pilotos interesados en el vuelo de distancia, quiero describir el área de Puebla en base a algunos vuelos que he iniciado desde aquí y me han llevado más o menos lejos.
El despegue se encuentra en el parteaguas del llamado eje volcánico que atraviesa México, desde el Nevado de Colima hasta el Pico de Orizaba. Del lado Norte está el altiplano, con altitudes mayores a los 2000 m, en sus partes planas. Del lado Sur está la Tierra Caliente, en promedio unos mil metros más baja. Eso significa que en una franja que corre de Este a Oeste encima del despuegue se encuentran, y a veces chocan, dos masas de aire muy distintas.

El año poblano se divide en dos épocas: tiempo de sequía, que abarca desde noviembre hasta junio, y la temporada de lluvias, de julio a octubre. Esto no significa que no llueva en tiempos de sequía, en enero y febrero hay alguna precipitación, pero asociada a frentes polares, que nos llegan en forma de “norte”, a distinción de la típica lluvia de temporal, con sistemas cumulonimbus alimentados por la hipersaturación de masas de aire procedentes del Golfo de México. Igual hay días secos y con bases de nubes altas en época de lluvias.

La distinción mayor está en dirección y velocidad del viento. Durante la temporada seca predomina el ciclo de vientos de Norte en la noche y mañana, y vientos de Sur desde el mediodía. Y la temporada de lluvias sobrepone a éste ciclo las tormentas tropicales entre la tarde y la noche, que nos alcanzan desde el Noreste, cancelando el viento de Sur. Toda ésta clasificación es muy burda y solo sirve en forma tentativa para la planeación de vuelos. Desde que vuelo también parapente, dejo empacada mi ala delta hasta casi día de muertos (es bonito volar encima de los campos sembrados con zempazúchitl, un tapete de parches amarillos en medio del ocre de los maizales cosechados), para evitar el proceso tardado de armar, seguido por un vuelo apresurado, y el desarmado en plena lluvia.

He hecho mis primeros vuelos largos con el viento, hacia el Norte, y en temporada seca, ya que en aquellos tiempos la penetración de los alas delta era bastante menor que ahora. Con viento franco del Sur me dirigía hacia Tlaxco, pasando al Oeste de Puebla, por Zacatelco, Santa Ana Chiautempan y Apizaco. La zona está densamente poblada, y los aterrizajes cerca de la carretera escacean. Además hay que cuidarse de cables de luz y magueyes que limitan los terrenos. Hasta Santa Ana el vuelo es sobre la planicie, y es conveniente observar primeramente las nubes para detectar posibles termales. La Planta VW y otros complejos industriales ofrecen fuertes desprendimientos de termales, pero incluso a 500 m encima huelen mal (y ni hablemos de Hylsa!). Antes de Apizaco empieza una moderada sierra, que luego da lugar a una planicie hermosa, casi 300 m más elevada que el valle de Puebla, sembrada de trigo, salpicada por pinos y coníferos, hasta el lago de Atlimeyaya. A partir de aquí, el viento cambia de dirección, para venir del Noreste, desde la sierra alta que lleva hasta Chignahuapan. Nunca he podido cruzar ésta sierra, me gustaría mucho, porque luego se abre otra planicie hasta Zacatlán, pero eso son sueños… Antes de Tlaxco está el aeropuerto, que invita a aterrizar, pero aunque el tráfico aéreo es mínimo, no lo recomiendo: te confiscan el equipo por un buen rato. En todo el trayecto (creo que no rebasa los 90 km desde el despegue), se aconseja permanecer alto, cerca del suelo las termales son turbulentas y deshebradas debido a los fuertes vientos.

Si el viento gira un poco hacia el Este, no conviene seguir el rumbo descrito. En esos días prefiero volar hacia Tlaxcala, desviándome de la ruta original despues de Zacatelco. Pasando Tlaxcala con buena altura, para evitar el extendido sink alrededor de las cañadas que alimentan al río Atoyac recién nacido, la sierra que atraviesa un poco más al Norte es una excelente generadora de termales, que nunca me ha defraudado. A partir de ahí, todo es plano, a la derecha se ve el lago de Atlangatepec (excelente lugar para windsurf, pero muy frío!), a la izquierda, siguiendo la carretera hacia Calpulalpan, está el rancho de Ramón Aedo, una fortificación en medio de nada, y más allá, cruzando un cerro alto pero de laderas suaves, está Apan. En algunos días la convergencia formada en todo el inmenso valle es suficientemente fuerte como para permitir vuelo local sostenido durante horas, pero nuevamente sin llegar más lejos, debido al cambio de viento, que inicia alrededor de las 15:00 horas.
Si la componente Este del viento es fuerte, especialmente encima de los 3000 m, el vuelo pasa por encima de Cholula, Cacaxtla, y al Este de San Martín Texmelucan. Todo piloto que vuela en Puebla sabe que está volando dentro de la zona restringida del aeropuerto de Huejotzingo. Con la ruta descrita ya estamos invadiendo espacio con denso tráfico aéreo. Hay que observar constantemente los alrededores, y tratar de determinar el patrón de aterrizaje y despegue del día, que puede ser muy variado.

Basta con llegar a la sierra que inicia apenas unos 3 km detrás de Texmelucan con una altura de 100 m sobre el suelo, para poder engancharse a una de las fuertes termales que invariablemente se desprenden aquí. Algunas cifras: en un día típico, la base de nubes en el despegue está por los 3000 m, sube a 3500 m sobre Cholula, y alcanza unos confortables 4500 m encima de la sierra que une a Texmelucan y Tlaxcala. A partir de aquí se mantiene constante hasta Pachuca, incluso puede bajar algo. Las termales suben con 2 m/s a 4 m/s en las planicies, y con el doble sobre la sierra.

Mis vuelos han seguido hacia Nanacamilpa, Calpulalpan, Emiliano Zapata y Ciudad Sahagún. He evitado dejarme llevar más al Oeste de ésta línea, porque ya estoy demasiado cerca del D.F. para mis gustos provincianos. Mi récord personal me llevó a unos 10 km antes de Pachuca, siguiendo la carretera, termaleando con vientos suaves, de dirección variable, hasta muy entrada la tarde.
Encima de la sierra, a la altura de Nanacamilpa, la convergencia puede ser muy fuerte, incluso se forman cumulonimbus que ya me han llevado al borde del pánico, la decisión de seguir se deberá tomar antes de entrar en la sierra!

Tengo recuerdos de más de 30 vuelos en el abanico de direcciones descrito, y más allá de la sierra de Nanacamilpa, y es justo aclarar que los problemas serios empiezan despues de aterrizar. Hubo ocasiones donde mi chofer me localizó antes de poder quitarme el harness, pero tambien he regresado a casa la madrugada de un primero de enero, me tomó 10 horas regresar mi ala, despues de volar escasas 4 horas!

Los vuelos hacia el Este inician en varias direcciones: antes de existir Angelópolis, lo que ahora es Liverpool era el último lugar de aterrizaje antes de cruzar Puebla en dirección hacia Amozoc. He aterrizado allí, en pleno evento de despegues de truck towing, y en otras ocasiones he continuado hacia El Pinal y unos 20 km delante de Grajales, termaleando sobre el llano, ya con el Cerro Pizarro a la vista, un volcán solitario que crece muy alto desde el desierto de Perote. Es posible volar desde Amozoc directamente hacia la Malinche, lo he hecho dos veces: la primera y la última! Las turbulencias de los rotores me quitaron las ganas de repetir el experimento. Tambien es posible volar hacia adelante desde el despegue, para doblar a la izquierda encima de lo que hoy se conoce como el turnpoint de La Tolva. Hay que ser bastante terco para seguir hacia el Este, volando enfrente de la sierra, porque aunque las termales abundan, incluso antes del mediodía, el vuelo pasa encima de cañadas desoladas, rocas y espinosos matorrales, sin posibilidad de aterrizaje, sin caminos, y sin agua. El paisaje es hermoso, semejante a Iguala, pero más solitario. Hasta hoy todos mis vuelos en esa dirección fueron ida y regreso, a excepción de dos vuelos que terminaron al otro lado de la presa de Valsequillo. Más allá hacia el Este, todo es terra inccgnita para los pilotos, esperando a ser descubierta.

Las últimas competencias de ala delta en Puebla han demostrado las posibilidades de llegar lejos hacia el sur. En la mayoría de mis vuelos en dirección a Izucar de Matamoros he utilizado la sierra, y los cerros más al este, en una zona muy desértica. Las nubes se forman por lo general aquí, con bases algo encima de los 3000 m, lo cual no es mucho con un considerable viento en contra. La turbulencia, especialmente cerca de las cumbres puede ser muy fuerte, es más facil permanecer muy alto desde la central hidroeléctrica. Pero tambien es posible salirse al valle y acercarse dede el Oeste a La Tolva, para evitar el sink en el rotor.Una vez llegando a la zona de Matamoros, las cosas son más fáciles, abundan termales grandes y pacíficas encima de los cañaverales, el viento es muy moderado, y he podido continuar unos 8 vuelos hasta 20 km más adelante, incluyendo el lago de Epatlán. Si se inicia antes de las 4:00 de la tarde, el regreso es por lo general sencillo y agradable, y más de vuelta sobre la sierra, parece que los extensos cultivos de irrigación alrededor de Atlixco inhiben el desprendimiento de termales aprovechables en el centro del valle. Ésta ruta sólo es limitada por el ánimo de los pilotos, que tienen que arriesgar un “piano” al despegar temprano y con poco viento.

Durante casi diez años yo vivía a unos 40 km al poniente del despegue, unos 10 km al sur de la cima del Popocatépetl, en una franja de exuberante vegetación tropical (y dentro de la zona de evacuación prolongada durante los ratos de mal humor del volcán). Desde luego intenté muchas veces aterrizar “en casa”, en temporada de lluvias corriendo delante de un frente (así se ha de sentir una mariposa cuando la está alcanzando un trailer en la carretera), pero tambien termaleado, pasando por encima de Metepec hacia Tochimilco, siguiendo la nueva carretera hacia Cuautla, y luego deviándome hacia Hueyapan, ya en el estado de Morelos. En cinco gloriosos vuelos he podido llegar con suficiente altura como para dejarme derivar por el viento hacia los arenales del Popo, tratando de robarle una mirada al interior del cráter a Don Goyo, con todo respeto. En otros dos vuelos no tuve la paciencia de penetrar al fuerte viento de sur en la zona de Atlimeyaya, y fui bordeando los volcanes, acompañado por suave lift, extenso y confiable, por encima del denso bosque hasta San Salvador el Verde, pasando a tiro de piedra de Paso de Cortéz, pero sin el valor ni la logística para hacer lo que nos enseñó Carlos Carsolio hace unos meses.

Para volar lejos en Puebla es conveniente hacer un exhaustivo estudio de mapas (muchas carreteras nuevas aún no están incluídas en los mapas 1:25.000 del INEGI), e incluir en el equipo de vuelo GPS, radio, celular, agua y dinero. Y paciencia. 

* Típica contestación de un mal llamado “hippie” de los ’70 a la pregunta: ¿a qué te dedicas?. La puse aquí sin alusiones personales, nomás porque suena bien, y tiene ese sabor de laisser-faire, imprescindible en un piloto que pretende volar XC.

Frank Heyer
Chipilo, 20.10.2007

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