Crónica relatada por Mauricio Sosa, en colaboración con Ángeles Romero.
La cita fue a las 4 de la mañana en la caseta de Tepotzotlán, nos reunimos Alma, Almitititita, Juan Carlos, Chava Reyes, Homero y yo. Aún con cara de hamburguesas iniciamos el camino a Querétaro para pasar por Poncho Barreto que venía de Morelia; y Finalmente hicimos escala a la altura de San José Iturbide donde se unieron a la caravana Angeles y Enrique.
Después de 6 horas y unas gorditas muy sabrosas, llegamos a CD Valles donde una brisa de más de 40° nos dio la bienvenida. Como parte de la estrategia, el suministro de víveres tenía que ser cubierto, para posteriormente iniciar la aventura de la búsqueda del despegue.
Gracias a las indicaciones obtenidas telefónicamente por Eduardo Zacarías y Carlos Leal, así como también por la ayuda del GPS, pudimos intuir que la ladera se encontraba a nuestra derecha ya que la maleza nos impedía estudiar la orografía de la zona. Después de recorrer un poco más de los 7.5km de terracería que teníamos como indicación, Poncho tuvo la corazonada de haber encontrado el camino. Fue entonces cuando decidí explorar la brecha donde unas amabilísimas flechas rojas indicaron que estábamos a unos metros de cantar victoria. El sentimiento de haber encontrado el despegue fue lo más similar a encontrar un tesoro escondido.
Eran cerca de las 5 de la tarde, y las condiciones de vuelo parecían no ser prometedoras. Aún cuando sé que no es lo correcto y debido a la falta de pilotos locales, decidí despegar primero. El lift fue sensacional y las condiciones reafirmaron a los demás la decisión de despegar. Fueron Homero, Chava y J.C. los que siguieron. Alma y Poncho decidieron no despegar mientras que Enrique intentó despegar cuando el viento se puso muy fuerte e inteligentemente decidió abortar.
El vuelo fue una maravilla, cero turbulencia, logrando 400m sobre el despegue, perdiendo altura a lo largo de la ladera y recuperando la misma en un venturi. De pronto a mi vela le costó trabajo penetrar y decidí irme a aterrizar. Los demás seguían volando y desde mi aterrizaje podía escuchar a Homero y Chava invocar al Gualo con un gran “¡¡A HUEEEVO!!” desde el aire. De pronto vi a los tres hacer orejas y aterrizar arriba de la ladera, lo cual no me preocupo del todo ya que estaban juntos pero……….
Era Jueves Santo, aún no caía el sol y Chava, J.C. y Homero se econtraron en un claro rodeado por una maleza impenetrable. Fue en este momento donde inició: LA PASION DE HOMERO. Gracias a que Homero grabó el track en su GPS sabían que tenían que recorrer 700m para llegar al camino donde Angeles y los demás los esperaban. Literalmente tuvieron que abrir una brecha que significó ser ultrajados por cualquier tipo de alimañas y tepocatas… oops me equivoqué de escenario, lo que quise decir fue cualquier tipo de cactus, lianas, huizaches y espinas como las de la foto.
La noche inundó el cerro y la heroína de esta película fue aquella impresionante luna que no dejó de brindar esperanza. El calvario duró 4.5 horas; mismas que esperé en las vías del tren a los pies del cerro. Esa aventura culminó con el placer de cenar unos tacos al pastor de Don Richard donde con sólo ver el rostro de Homero pueden darse cuenta de lo que pasaron.
Esa noche acampamos en las cascadas de Micos y 22 horas después de la cita en la caseta de Tepotzotlán estábamos listos para dormir. Ya por la mañana fuimos a nadar con toda seguridad en las pozas que se forman en las cascadas; se organizó el desayuno y después de éste Angeles y Kike decidieron regresar a México atravesando las Huastecas Potosina e Hidalguense.
El resto del H. Club no oficial de Tulancingo decidimos ir a vivir la experiencia que ofrece el Sótano de las Golondrinas. Muchísimo se podría redactar sobre esta experiencia pero la única manera de comprenderla es “estando ahí para vivirla”.
Después de ver a las aves entrar por la tarde y salir por la mañana del Sótano, decidimos bajar a una gruta que cuenta con 38m de tiro (el sótano de las golondrinas tiene 350m en su primer parte y 150m más en la segunda) donde también estás suspendido por una cuerda y en lugar de sentir el viento en tu rostro, sientes la humedad de la profundidad; toda una experiencia!!
Por último intentamos despegar de la ladera que resguarda el Sótano de las Golondrinas pero sabiamente mencionó Poncho “Están puestas TODAS las condiciones menos una: el viento”. Así que de esta manera iniciamos el camino de regreso a casa. No se pudo volar más en este viaje pero las satisfacciones obtenidas por un sitio nuevo de vuelo, una aventura digna del cine de acción, la belleza de los lugares visitados y las ganas de pasarla bien de todos nosotros, hicieron de esta experiencia una razón más para seguir convencidos de que el vuelo libre en México ofrece mucho más que simplemente volar…
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